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Miguel París Plou
Miguel
París Plou (Letux, Zaragoza, 1923) bien podría ser definido como “la memoria
visual de Aragón” del pasado siglo. Pionero de la televisión entre nosotros y
fotógrafo profesional desde mediados los años 40 hasta 1980, ha recogido en
cine y en nitrato de plata miles de imágenes, cientos de acontecimientos. Su
hijo Nacho, que ha heredado –como su hermano Miguel- el oficio de su progenitor
y que se inició con él con las cámaras cine mudo Vollexpaillard, recordaba que
estuvo en todos los acontecimientos de Aragón y en particular de Zaragoza, y
evocó instantes precisos como la visita de Salvador de Madariaga a Zaragoza,
tras su vuelta del exilio, o el retorno de Ramón José Sender en 1974. “Lo
recuerdo perfectamente: estuvimos dos días completos con él e hicimos parada en
Calatorao”, dice Nacho París. “Mi padre sufrió hace unos veinte días un
infarto, que se le complicó luego con un problema en la sangre. Mantuvo la
lucidez todo este tiempo y nos habló de cosas de las que apenas nos había dicho
nada. Él estuvo en la División Azul y apenas nos había hablado de ello. Estos
días recordó su estancia de 1941 a 1943 y los bombardeos que lo dejaron por
muerto, hasta tal punto que iban a enterrarlo y de se dieron cuenta de que
respiraba. Nos contó la dureza de la ventisca y también nos recordó que, con
apenas 16 años, combatió en la Guerra Civil en Alcubierre |
Miguel París Plou |
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Miguel París Plou nació en Letux, estudió en Escuelas
Pías de Zaragoza y luego vivió esas dos peripecias que estuvieron a punto de
acabar con su vida. “También nos contó que recibió un bayonetazo que en vez de
clavarse en su cuerpo se clavó en su grueso abrigo y así se salvó”. Volvió de
Rusia y lo buscaban “por prófugo por no haber hecho el servicio militar”, luego
accedió a la plaza de fotógrafo titular de la Diputación de Zaragoza, y
compaginó la dedicación a la fotografía con el deporte: fue campeón de tenis de
Aragón y del Sur de Francia durante cinco años, alcanzó títulos como lanzador
de jabalina y fue algo más que un meritorio atleta. Ya en los años 50, solicitó
una excedencia de la organismo público porque se convirtió en fotógrafo en
exclusiva del Savoy, de La Seo, del Pilar, del Centro Mercantil o de las
fiestas de la Lonja. Por entonces, nació la idea de crear la televisión en
España, y desde Madrid llamaron a algunos fotógrafos jóvenes, entre ellos a él.
Hizo los correspondientes cursos hacia 1956 y le ofrecieron quedarse en el
Paseo de la Habana como operador de cámara o de filmadora. “Como tenía aquí su
estudio, decidió regresar a Zaragoza como corresponsal de televisión para
Aragón. Adquirió tres cámaras Vollexpaillard, de cine mudo, claro, y empezó a
recorrer la Comunidad. Lo mismo se iba a Teruel que a Huesca o a cualquier
lugar de Zaragoza en su ‘seiscientos’. Al final renunció a Teruel y Huesca, y
se centró en Zaragoza. Iba de aquí para allá con su pesada cámara, rodaba,
escribía los textos y llevaba imágenes y texto al tren hacia Madrid; el
motorista recogía sus paquetes y los llevaba a TVE. El periodista Ángel de Uña,
uno de sus mejores amigos, recordaba ayer que le había contado que, en
ocasiones, entrega ese material a los propios maquinistas.
Así estuvo
trabajando hasta que se creó aquí el Centro Territorial de TVE en Aragón, y
siguió colaborando esporádicamente casi hasta su jubilación. Nacho dice:
“Grabábamos los partidos de fútbol con tres cámaras. Mi padre colocaba una en
el centro, y mi hermano y yo nos poníamos en los extremos con las otras dos.
Aprendimos con él. Yo empecé a trabajar de cámara a su sombra a los quince
años. Era un operador clásico, no concebía un plano inclinado, lo que ahora
llamamos los ‘planos aberrados’, procedía de la foto y del cuidadoso encuadre”.
Miguel París Plou no abandonó la fotografía nunca. Coincidió
en su pasión por documentar la vida con reporteros como García Luna, Gerardo
Sancho, García Luna, Antonio Calvo Pedrós o Luis Mompel, el fotógrafo de
HERALDO. Asistió en mayo a la inauguración de su muestra en la sala María
Moliner y dijo: “Tengo más de 400.000 negativos. Espero encontrar tiempo para
ordenarlos y hacer una exposición”. Mantuvo su estudio, en don Juan de Aragón,
hasta principios de los años con muchos empleados. Y aun en los últimos tiempos
llevaba su cámara a cualquier acontecimiento. Tenía alrededor de 60 cámaras:
tres Leicas, la clásica Nikon F que se empleó en la guerra de Vietnam, una
Mamiya Press de 6 x 9 y de placas, una Rolleiflex de 6 x 9… Ángel de Uña
definía asi su personalidad: “Ha sido un hombre apasionado, sincero, amplio,
que defendía sus ideas con absoluta naturalidad y con gran entereza. Fue un
hombre de detalles: siempre te sorprendía con una foto que había tomado años
atrás y siempre te sorprendía su sentido de la amistad”.
Antón CASTRO,comisario de la exposición. |